viernes, 30 de marzo de 2018

Epitafio

Aquí, quieto y en silencio, yace por fin
uno que vino a este mundo sin pena
y lo abandona sin gloria alguna. 

¿Qué dirá mi epitafio? 
¿Quién lo escribirá? 
¿Me querrá? 
¿Me echará de menos
¿Sonreirá al dictarlo? 

Preguntas que se suceden mientras, 
en primavera, escucho el verano de Vivaldi. 

Trato de dormir tras la comida 
de un jueves que no tiene nada de santo, 
de una semana que se presentaba de pasión, 
de una vida que ha de dejar de serlo
para que quepa un domingo de resurrección resurrección. 

Estoy cansado, tengo sueño. 

Estoy candado, tengo dueño. 

Río, 
lloro, 
ahogo mi frustración contra la almohada. 
Mañana trabajo, me hago pequeño. 
No me soporto. 
No sé qué me pasa, no me reconozco. 

Bueno, sí.
Me recuerdo a alguien que un día fui, 
un personaje inventado sobre expectativas 
ajenas, falsas, dañinas,
alguien a quien pensé olvidado, 
alguien que me sirvió para aprender,
alguien que no quiero que vuelva a imponerse, 
que me vuelva a esconder muy profundo, 
no quiero querer que desaparezca el que soy. 

O sí, vete a saber. 

Igual dejo de pensar, 
de preguntarme cosas, 
de querer querer, 
de querer ser querido, 
de sentir,
igual vuelvo a ser lo que siempre fui, 
lo que tú, lo que todos...
Igual vuelvo a no vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario